Hombre de temple macizo y mirada visionaria. Agitador, político, bombero y filántropo; historiador, intendente, diputado y senador. Americanista por oficio y convicción, defensor de los ideales del progreso y la modernidad, escritor infatigable, Benjamín Vicuña Mackenna es uno de los personajes más importantes y atractivos de nuestra historia nacional.
Desde muy joven ingresó a la escena pública del país. Ya a los 18 años, defendiendo sus convicciones democráticas, se unió a Santiago Arcos y Francisco Bilbao colaborando como secretario en la Sociedad de la Igualdad. Disuelta la agrupación por el gobierno de Manuel Bulnes, sus miembros debieron pasar a la clandestinidad. Fiel al espíritu revolucionario a cuyo alero había crecido, Vicuña Mackenna, con solo 20 años de edad, tomó las armas junto a su padre y hermanos en el motín de Urriola, cuyo fracaso le valió una condena a muerte. Sin embargo, logró escapar de la cárcel y tomar parte de los alzamientos que se produjeron en Illapel y Aconcagua con motivo de la Revolución de 1851. Esta vez, la derrota le significó el primero de sus exilios.
Comenzando por la ciudad de San Francisco -en plena ebullición aurífera-, recorrió buena parte de Norteamérica y en 1853 se embarcó con destino a Europa. La nostalgia por su patria y cierta desilusión por la realidad que conoció en las naciones extranjeras, le hicieron regresar al cabo de tres años.
Ya en Chile, pronto volvió a la arena política, abogando por las libertades cívicas en incendiarios artículos publicados en La Asamblea Constituyente y participando más tarde en el movimiento revolucionario de 1859 en contra del gobierno de Manuel Montt. Luego de caer preso fue deportado a Inglaterra, junto a los hermanos Manuel Antonio y Guillermo Matta, entre otros. En Europa se sumergió en archivos y bibliotecas de Francia y España, donde recopiló valiosos materiales documentales sobre Chile que posteriormente volcó a su investigaciones históricas. En 1860 se trasladó a Perú: allí enfocó sus estudios a la independencia de esa nación y a la figura de Bernardo O'Higgins, gracias a los valiosos materiales que le facilitó el hijo del prócer.
De regreso a Chile, no tardó en reincorporarse a la política nacional. Durante sus veinte años en el Parlamento trabajó con entusiasmo en materias como la educación, las relaciones exteriores, la agricultura y las obras públicas, cosechando un amplio reconocimiento político, pero también agudos detractores. Dedicó especial atención a temas como la inmigración extranjera, la ocupación de la Araucanía y la seguridad ciudadana y, valiéndose de una encendida oratoria, propugnó sus ideas anticlericales y se alzó como adalid del americanismo.
En 1872 fue designado Intendente de Santiago, cargo en el cual demostró una capacidad de acción sin parangón, al concretar su obra maestra: la transformación de Santiago. La envergadura e impacto social de las obras realizadas -entre las cuales destacan la remodelación del cerro Santa Lucía, la canalización del río Mapocho, la construcción del Camino de Cintura y la arborización de plazas y avenidas- le granjearon una popularidad tan contundente que su proclamación como candidato a la presidencia para las elecciones de 1875 surgió casi espontáneamente. Sin embargo, las reticencias de algunos de sus propios correligionarios le obligaron a apartarse de los partidos oficiales y a poner en práctica la llamada "Campaña de los pueblos", basada en el contacto directo con la ciudadanía.
Pese al éxito de la campaña, poco tiempo antes de las elecciones Vicuña Mackenna decidió renunciar a la postulación, influido en buena parte por la violenta intervención del gobierno de la época. A partir de entonces, retomó entonces la labor parlamentaria y continuó desarrollando su producción literaria e historiográfica. Su amplia gama de escritos, ensayos, folletos y libros, refleja con elocuente claridad el tenor progresista de sus ideas, la multiplicidad de sus intereses y el talento de su pluma, que legó páginas de valor imperecedero a nuestro patrimonio cultural.
En sus últimos años, Benjamín Vicuña Mackenna se retiró juntó a su esposa Victoria Subercaseaux Vicuña y sus empleados más cercanos a la tranquilidad del fundo Santa Rosa de Colmo, ubicado en el Departamento de Quillota, en la ribera del río Aconcagua y en las proximidades de Concón, adquirido como herencia de su suegro Ramón Subercaseaux Mercado (1750-1859). Allí, en el verano de 1886, le sobrevino la muerte, sentida y llorada por todo el pueblo, la clase política y la intelectualidad del país, que le tributaron un último homenaje en una de las exequias públicas más masivas que recuerde la historia nacional